29 julio 2008

Pleonasmos...

Y así fue, Santiago caminaba por el malecón evadiendo las miradas de los transeuntes, la gente se acumulaba buscando el mejor atajo para evadirse los unos a los otros en aquél tumulto de individuos desconocidos. Uno, dos, tres, Santiago parpadea, respira, repasa. -Voy a llegar tarde.-

Mariana parpadea, respira, repasa. Arregla su rostro, remueve las lágrimas que le ha dejado el minuto anterior. Despide el aire que acaba de inhalar, esta vez lo despide por la boca. Exhala. Observa los restos de la fotografía que acaba de destrozar con el mismo coraje que acaba de despedir en el mismo minuto anterior. Recoge su cabello, se mira a los ojos ante el espejo imponente que refleja la cruda realidad del presente. -No puedo.-

Santiago rectifica su caminar, atravieza la avenida contigua al malecón y toma la banqueta con rapidez. Esta vez procura no parpadear para no perder tiempo por pensar en las mil y un razones que lo han hecho llegar tarde a su encuentro con Mariana, ya hace dos años que se conocen, veinte semanas comparten intimidad, y un siete meses que comparten relación.

Se conocieron en un café, Santiago era el mesero y Mariana una adicta al expresso. Aquella tarde llovía, Mariana había entrado empapada a la pequeña cafetería que pertenecía al tío de Santiago, el la vió desde la barra mientras comprimía el café para preparar un americano. Él la siguuió con la mirada en su recorrido desde la entrada hasta la barra, donde Mariana tomó una servilleta para secar las gotas de lluvia que cayeron sobre su rostro, en ese momento no había nada peculiar en aquella mujer que lo impresionara a no ser de sus ropas empapadas y la incurable necesidad de pensar en lo malo que ha de sentirse estar tan mojado. Ella, toma su bolsa y la coloca sobre la barra. -Un expresso cortado por favor- dijo mientras abría la cajetilla de cigarros impaciente con una mano mientras la otra se encontraba con el encendedor listo para dar fuego al tabaco. Santiago se quedó observando el bolso mientras pensaba en sí mismo, no tardó cinco segundos en reaccionar nuevamente y se reincorporó, tomó la taza de café, la colocó en la parrilla, puso una carga de café, comprimió, sirvió, batió la leche y agregó al expresso.
-Llueve fuerte allá fuera....-
-Vaya que llueve, iba a una entrevista de trabajo, se me hacía tarde, bendita lluvia se puso en mi camino para dejarme sin empleo...-
-Acá necesitan una mesera..., ¿Azúcar?-Dijo Santiago en
-No, gracias por la oferta. Sí, al azúcar.-
La mano de Santiago tomó la azucarera y la deslizó lentamente sin despegar la mirada de los ojos de Mariana hasta que el frasco chocó con los dedos de la chica.

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