06 diciembre 2007

Es solo, el comienzo

















Fátima voltea a ver el reloj que marca ya las 8:30 de la mañana. Son vacaciones asi que no hay mucho de que preocuparse, el último semestre del bachillerato estuvo lleno de giros, y no los clásicos cambios fémeninos del cuerpo y las adaptaciones que llegan cuando la madurez se acerca, eso ya había pasado años atrás. Despues de tomar un baño, pasa a arreglarse a su tocador, examina lentamente su cuerpo y se detiene en su boca...¿Cuántos labios se han encontrado aquí?, ¿3,5,6,19?..., sube un poco más la mirada, se ha topado consigo misma, sus ojos se retan ante el espejo, su visión se esfuma y empieza a rodar la cinta de recuerdos de su vida. Miles de momentos que pasaron a través del tiempo, cambios que parecen ancestrales, horas que parecen días, días que parecen semanas, meses, años, décadas....

Enero 18.

Son los primeros días del año, siempre en estas fechas tengo la extraña sensación de incertidumbre. Pienso en todo lo que está por suceder en doce meses, cosas que ni siquiera puedo imaginar en este momento. Quizá sea este el año en el que encuentre un trabajo relacionado con mi futuro, o en el que mi familia se vaya a a la quiebra, o porqué no, me ganaré un viaje a las bahamas... Habrá que esperar. Hoy son siete meses de que Ricardo y yo cortamos, he disfrutado eso de estar sola, sin duda me ha venido bien.


La inspiración para escribir en su blog se interrumpe por el sonido del celular, es Ricardo. Fátima observa el identificador del móvil que parpadea mostrando el nombre de la persona que precisamente hoy hace siete meses que no ve, sólo conversaciones vanas por mensajes de celular y comentarios de Internet. La sensación extraña de coraje y gusto a la vez recorre su piel lentamente. Ricardo por su parte, sólo escucha el sonido de espera de la llamada. Al siguiente tono cuelgo. Piensa arrepintiéndose de haber marcado. Fátima toma el teléfono entre sus manos sintiendo las vibraciones que cosquillean sus dedos, deja de pensarlo y contesta.

-..Hola-
-Pensé que nunca contestarías...¿Cómo estas?-
-Bien, mejor de lo que creo, no había escuchado el celular, estaba escuchando música en la computadora, disculpa.- La verdad, no sabía si contestar pero no está de más saber que me extrañas.
-Fat, fat, fat, era broma, no es para tanto con todo y explicación, si yo fuera tú no me hubiera contestado. jaja, pero gracias, es bueno saber que aún tengo una amiga con quién platicar.-
-Bueno, si amiga. Y ¿Cómo has estado?, ¿Que tal el trabajo en la agencia?, supe que la campaña de la farmaceutica estaba moviendo mucho dinero para su lanzamiento.-
-Si, me trae loco. Pero bueno siempre hay un espacio para platicar con la gente que hace tiempo que no ves ¿No crees?, te invito a comer hoy, quiero tener una de esas largas conversaciones que ya por el trabajo no he podido tener.-
Planes, no tengo. Piensa Fátima mientras enreda su dedo índice en su pelo.
-No se si pueda, la verdad. Tengo que acompañar a mi madre a hacer cosas pero dame quince minutos y te regreso la llamada ¿va?.-
-Orale, quince minutos.-
Ella corta la llamada.

Quince minutos que parecerán eternos para la espera de Ricardo, quince minutos que pasarán rápidamente para Fátima aunque ella no lo desee. Al colgar, Fátima se tira en su cama cerrando los ojos, rosa sus labios con su dedo índice e inetnta recordar la textura de los labios de Ricardo. Él, por su parte golpea su cabeza contra la pared de la oficina. Que imbécil me escuché, seguro piensa que no me arrepiento de nada de lo que le dije, a veces es tan ingenua, y otras yo tan imbécil. Fátima observa el techo, se siente excitada por la invitación de aquel hombre que siete meses atrás fuera su novio y tras una fuerte discusión dejo de serlo. Acompañar a mi madre a hacer unas cosas, ¡ja! pero si mi madre salió de la ciudad hace una semana...no cabe duda que cuando me ponen en jaque, la mentira se me dá. Ya pasaron diez minutos, ambos impacientes miran el celular donde está seleccionado el número del otro solo esperando a ser marcado. Ricardo se distrae un poco con llamada de un cliente pero observa de vez en cuando el reloj en espera de la cuenta regresiva. Fátima regresa al espejo y se reta de nuevo con la mirada. Será bueno hablar, piensa mientras pasa su mano por su cabeza, no significa nada que tengamos que salir, tal vez ahora podamos ser los mejores amigos que nunca fuimos...Eso, tal vez. Regresa a la cama y toma el celular, oprime el botón verde y espera el tono. "Tu saldo está agotado."
-¡Carajo!-

Las llamadas a celular de su casa están restringidas, los gastos excesivos de teléfono y de luz habían hecho que su madre tomara ciertas precauciones para el ahorro de la quincena. Fátima se vuelve a tirar a la cama impaciente, esperando que a Ricardo se le ocurra llamar de vuelta. Ricardo sigue en la llamada con su cliente.
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Inesperadamente comienza a llover, gotas grandes y pesadas caen sobre el carro de Agustín, estaciona el auto cerca de un pequeño autoservicio para comprar unos cigarrillos, da una vuelta por los pasillos reducidos de la tienda para perder un poco el tiempo, al llegar a la caja con las manos vacias pide una cajetilla azul. El estrenduoso sonido de un trueno interrumpe la tranquilidad de la compra, Agustín gira su mirada hacia la calle y observa cómo un árbol cae lentamente directo hacia su auto, la lluvia aumenta y se vuelve imposible salir de la tienda. La cara de preocupación, enojo y angustía se hace presente en él. El cajero lleva su mirada del auto al cliente, una sensación de incertidumbre pasa por él mientras que sostiene en sus manos el cambio de los cigarros. Agustín corre hacia la puerta de cristal de la tienda y observa como las ramas de aquel viejo árbol estan atoradas en el parabrisas del auto, busca en sus bolsillos el célular pero recuerda que lo dejó en la guantera del auto, su rostro se ve frustrado, abre la cajetilla y enciende un cigarro dentro de la tienda.El sonido de la lluvia ahora es acompañado por el granizo.
-Señor, no se puede fumar dentro de la tienda.- Dice el cajero en un tono nervioso.
-Ahorita no hay tienda, no hay luz, no hay clientes, sólo dime, ¿Quién va a entrar a la puta tienda si no se puede por la tormenta que empezó hace tres minutos?. ¿Quién me va a pagar el chistecito del árbolito en el cofre de mi carro?. Te parece eso menos importante que un simple cigarro.-
-Disculpe señor, son reglas de la cadena. Entiendo su frustración por lo del auto, pero no puedo permitirle el cigarro.-
-Ya, ya entendí.- Tira el cigarro al suelo justo a un lado de el estante de los chicles y chocolates, pisa el cigarro.

Agustín toma asiento en una de las sillas destinadas para los clientes que comen dentro de la pequeña tienda, pone la cajetilla en medio de la mesa y la pasa entre sus manos en un acto de desesperación. En la tienda sólo se encuentran él y el cajero, quién sale de su lugar de trabajo para dirigirse a Agustín con el cambio en la mano.
-Disculpe jefe, aquí tiene su cambio.-
-Gracias...disculpa por el coraje, apenas es mi segundo día con el auto, lo acabo de sacar de la agencia.-
Pero si los vochitos loso descontinuaron. Piensa el cajero para sí mismo y ríe a la vez.
-jajaja, ¿estuvo bueno no?, no compadre la verdad es que ya estaba apunto de venderlo. Me iba a comprar algo más funcional que un vocho, pero así...¿cómo?.- Dice Agustín relajandose un poco.
El cajero ríe un poco pero no demasiado, prefiere no externar ningún sentimiento para no hacer sentir mal a Agustín. la tormenta baja un poco. Agustín solo le da vueltas a la cajetilla de cigarros y mantiene su mirada fija en ella.
-¿Tienes un teléfono que me prestes?- Le dice al cajero.
-Sí señor pase por acá.-
El cajero lo lleva a la bodega en la que apenas se distinguen las cosas que hay dentro, la falta de luz no permite ver mucho. Le muestra el teléfono y deja la puerta abierta para que la luz de afuera haga de foco de emergencia. Agustín toma el teléfono y marca.
- F publicidad, buenas tardes- contesta una jóven con voz agradable.
-Sí, me puedes enlazar a la extensión 4021-
-Claro que sí enseguida.-
Quince segundos de espera acompañados de música y la llamada se enlazó.
-Si, buenas tardes. ¿Quién habla?-
-Ricardo, soy yo. Tuve un pequeño problema con el carro. Necesito que vengas a ayudarme.-
-¿Qué pasó con el vocho?-
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Fátima busca entre sus contactos el teléfono de la oficina de Ricardo, lo encuentra y marca desde su casa.
-F publicidad, buenas tardes.-
-Si, señorita me podría comunicar a la oficina del Señor Ricardo, es urgente.-
-Disculpe, el licenciado acaba de salir dijo que era urgente.-
-Bueno, gracias- Seguramente viene para acá. O tal vez se arrepintió y se fue con alguna mujer. Fátima se queda callada pensando unos segundos cuando de pronto interrumpe sus pensamientos la operadora.
-Si gusta le puedo dejar un recado para cuando regrese.-
-No, asi está bien. Yo lo buscaré más tarde.- Cuelga el teléfono.
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